Aún con las temperaturas extremas que superaron los 90° este martes, Lorenzo Morán continuó con su rutina de vender jugos recién exprimidos en la esquina de la calle 181 y Broadway en Washington Heights.

"Insoportable, porque a veces uno se asfixia con el sol pero ni modo, tenemos que darle duro para trabajar y salir adelante con la familia, con la renta y con la comida", dijo Lorenzo."Insoportable, porque a veces uno se asfixia con el sol pero ni modo, tenemos que darle duro para trabajar y salir adelante con la familia, con la renta y con la comida", dijo Lorenzo.

Y es que a pesar del calor, Lorenzo, un inmigrante indocumentado que cruzó la frontera desde México hace tres años no tiene otra opción.

Cuenta Lorenzo que trabaja los siete días de la semana de 6 de la mañana a 7 de la noche. Aquí busca su sustento diario y para mantener a sus padres, que ya no pueden trabajar y dependen de él para vivir. 

"No es tan fácil estar aquí todo el día en el sol, se sufre, pero no nos queda de otra. Hay que echarle ganas y por otra parte igual, nos beneficia porque la gente sale a beber jugos, sale a beber un agüita, a comerse algo una fruta".

Pero no te creas que todos los días de calor son buenos para el negocio. Hay días calientes en los que las ventas son menos o igual que cualquier otro día.

"Hay días que tampoco sale mucha gente, que ande por el sol, porque igual algunos van al parque a descansar en el parque, o no quieren salir por el sol, le tienen miedo al sol pero hay días que si son favorables, que nos va bien", agregó Lorenzo.

Lorenzo.

Lorenzo puso este puesto de jugos, frutas y tamales el año pasado después de haber sido despedido del restaurante donde trabajaba por la pandemia del coronavirus.  

"No había trabajo y nos pusimos a buscar la forma de sobrevivir, más que nada sobrevivir y me puse a vender jugo en este lugar"."No había trabajo y nos pusimos a buscar la forma de sobrevivir, más que nada sobrevivir y me puse a vender jugo en este lugar".

Y después de trabajar 13 horas en la calle, él continúa la labor en su casa, ya que hay que preparar los tamales que vende el próximo día.

Ya cuando se va a la cama, duerme unas tres o cuatro horas, porque a las seis hay que estar aquí de regreso. 

"En tiempo de frío yo vengo por ratos, no estoy todo el día acá porque igual, el jugo ya no se vende nada.  Alcanzaba para mi renta y un poco para mis papás, pero sobreviví gracias a Dios".

Así, es que el sofoque en el invierno es la venta de tamales y arroz con leche, que son más apropiados para esa época fría.

Lorenzo nos dice que en un futuro su deseo es pasar de ser un vendedor ambulante a un pequeño empresario con un local de venta de jugos y otras picaduras.

Lorenzo.